Para nadie es un secreto cómo el dinero está en cada parte de nuestras vidas; nos preguntábamos qué pagaba el juguete que queríamos cuando niños y, cuando obtuvimos nuestro primer salario, comenzamos a preguntarnos cómo utiliza ese dinero para nuestros gastos, nuestras necesidades y nuestros gustos. Comenzamos a oír de inversión, ahorro y crédito como instrumentos para cumplir nuestros sueños y mejorar nuestra calidad de vida, conceptos a los que nos aproximamos con expectativa y miedo.
En el día a día aparecen situaciones que implican tomar decisiones sobre el uso de nuestro dinero. Y pueden ser trascendentales. El pago de pólizas de seguro que nos permiten prever situaciones inesperadas, donde podamos elegir entre pagar ese costo frecuente y asumir la exposición a los riesgos de un momento difícil en nuestras vidas. Pueden tener una repercusión en nuestro futuro, como la posibilidad de invertir en una cuenta de ahorros, en el emprendimiento de un amigo o dejar el dinero debajo del colchón. O pueden aparentar sencillez, como pagar por adelantado la anualidad de Netflix o Spotify a cambio de un descuento, pagar las mensualidades o utilizar la tarjeta de crédito.
Finanzas básicas para ejecutivos no financieros
También está el emprendedor que requiere calcular los fondos que necesita para que su proyecto sea sostenible y rentable, o las personas que se preguntan cómo pueden hacer que sus recursos alcancen para el día a día.
Estas situaciones revelan un hecho innegable; todo requerimos y utilizamos en nuestra vida los conceptos aprendidos desde la educación financiera. Es imprescindible acabar con ese paradigma de estar negados para las finanzas o para los números.
Importancia de la educación financiera
Si queremos tener una mejor calidad de vida como personas y como familias, y si queremos construir un país con menos pobreza y menor desigualdad, una de las mejores herramientas que tenemos es la educación financiera, como forma de tener criterios claros para tomar decisiones acertadas.
En todas las situaciones citadas anteriormente, y en muchas otras, aparece el valor del dinero acompañado de conceptos como tasas de interés, ahorro, inversión, cultura del seguro, análisis de riesgo, presupuestos, en fin. Esas ideas dialogan entre sí de acuerdo a los enfoques y necesidades de cada quien, haciendo que la educación financiera se brinde o conciba de forma distinta, a la medida de las necesidades particulares.
Aún no hemos entendido la importancia de la educación financiera para nuestras vidas y nuestras empresas. Prueba de esto es que en las pruebas PISA más recientes, Colombia es el país de la OCDE con menor educación financiera. La distinción de Colombia como el país con mayor espíritu emprendedor de Latinoamérica se vea opacada con el cierre de aproximadamente 35.000 empresas al año (antes de la pandemia). Esta cifra se hace más preocupante si, como plantea un estudio reciente de The Failure Institute, el principal factor que lleva a la interrupción de pequeñas empresas o emprendimientos sea el financiero.
Educarnos sobre el dinero y su uso, un imperativo
Aunque el gobierno ya promulgó un documento CONPES en 2020 que busca fortalecer la educación financiera, y entidades como Asobancaria y la Banca de las Oportunidades han tenido iniciativas importantes al respecto, la academia está en deuda de poner su grano de arena. Es necesario que colegios y universidades incluyan en sus currículos la educación financiera, incluso desde la educación primaria.
Sin embargo, esto no será efectivo si, como individuos, no nos empoderamos y empezamos a educarnos sobre el dinero y su uso. Perdamos el miedo a aprender cómo usar el dinero, y entendamos cómo puede ser una herramienta para nuestro bienestar y nuestra calidad de vida. No siempre los expertos estarán para ayudarnos.